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De vez en cuando, me gusta mirar a la gente. Imaginar que historias hay detrás de sus silencios, o de esas lágrimas que se pierden en la inmensidad de un monstruo, al que yo llamo hogar. Me gusta imaginar, aunque sea por unos segundos que hay detrás de ese mutsmo, o esa mirada perdida viendo hacía la nada.

Otros días, veo a la cara a los que ya no creen en nada, los que dejaron de sentir cualquier cosa, los que ya no sienten pertenecer a nada, salvo a una masa, buscando sobrevir. Obedeciendo reglas que ahora, me parecen tan absurdas.

Pero ayer, ayer me di cuenta, qué estoy dejando de creer, de tener confianza en lo que hago, de creer en las personas, de imaginar que existe un mundo más allá de un vinil roto y una puerta entrecerrada.

¿Qué pasará cuando yo sea anciana? ¿Tendré por lo menos alguien al lado para cerrarme los ojos cuando muera? ¿Podré decir que mi vida, no fue en vano? ¿Qué, a pesar de estar todo el tiempo a la sombra de… cambie en algo la vida de alguien?

Me da miedo pensar en qué me estoy convirtiendo en un robot, que incluso lo que más disfrutaba ahora es una obligación y de repente no sienta nada. El último refugio que me quedaba para no perder la conciencia humana se me está desmoronando. ¿Qué va a pasar conmigo?

No dejo de preguntarme eso todos los días, mientras voy a la oficina, y volteo a ver un médigo. La vida da tantas vueltas, que dentro de veinte años, en el hipotetico caso de que llegará a esa edad, podría ser.

Lo único que siento a estas alturas del partido, es un miedo terrible de perder a los que quiero: A mi abuela, a mi enorme gata peluda y malcriada, y sobretodo a mis recuerdos…los pocos que valen la pena, claro esta.

Y todo este pinche choro mareador es por culpa de esta canción que, no más no me la puedo quitar de la cabeza.