De vez en diario, me pasa que tengo tanto que decir, tanto que escribir, tanto que hacer que, simplemente no me alcanza el tiempo para, absolutamente nada. Recuerdo en este preciso momento alguién que dijo «ojalá el día tuviera 48 horas». Yo, tenía 15 años en ese momento, y la ne lo quería yo era crecer, conocer el mundo que existía más allá de períferico… creo que esa noche muchas cosas cambiaron para siempre en mi vida. Ahora que recuerdo en tres días van a ser 6 años de eso.
Antes de esa noche, aprendí que hay que tenerle un gran respeto a lo que, muchos usan de adorno: los libros. Son excelente compañía, si los mojas huelen rico, manosearlos, acariciarlos, dormir con ellos. Todo eso se vale,.
Ahora mismo, tengo muy pocos, pues como diría otro alguien a quién todavía quiero y un chingo NO HAY PUTO TIEMPO. Uno de los que traje, de mi otra casa, de mi pasado pues, fue Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Por qué, sería una excelente pregunta.
Hoy, solo lo abrí y el librito dice
XV
Cendal flotante de leve bruma.
Rizada cinta de la blanca espuma.
Rumor Sonor
De arpa de oro
Beso de aura
Onda de Luz
Eso eres tú.
Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
Como la llama, como el sonido
Como la niebla, como el gemido
Del lago azul.
En mar sin playas, onda sonante,
en el vaciío, cometa errante
Largo lamento
Del ronco viento,
Ansia Perpetua de algo mejor
Eso soy yo
¡Yo, que a tus ojos en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día
Yo, que inansable corro, y demente,
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!
Eso dijo el libro, y yo, ahora mismo no sé si sea cierto. En fin otro día más que termina, y afuera, hay una luna esplendorosa.