Una típica mañana de 2003

De vez en cuando… esta bien, esta bien, de vez en diario, se me olvida que soy humana. Cosas como dormir o comer como «gente decente» nunca me han importado. Por ese descuido hacía lo que suelo utilizar para hacer de las mías, he estado varios días en algún lugar entre el limbo, la fiebre y sobretodo en silencio.

De verdad me sorprende lo que un par de días de fiebre pueden ser capaces de hacer con tu cerebro o tus ideas.   En esos momentos de enfermedad y alucinaciones acompañadas de mocos por todas partes, es en los que me da por acordarme de cosas que en su momento parecían sin importancia.

A veces, extraño esa sensación de levantarme por las mañanas  y aventarle algo al despertador, preparar el café, ponerme el espantoso uniforme de secundaria -ya había caído profundamente en el vicio de la cafeína desde los trece-, acordarme que una vez más no hice mi tarea, y prender mi radio.

Entre 2001 y 2002, antes  del amanecer de lunes a viernes, ese era el ritual obligatorio para comenzar el día y poner menos cara de fuchi hasta que pudiera regresar corriendo a casa y volverme a encontrar con mi entonces amado radio.

Tenía sus bealdades eso de que alguien te contara quién era quién, mientras leías un libro nada más por puro gusto. O las pocas veces en las que de verdad hacía la tarea. Y si, efectivamente en esa etapa de  adolescente recién llegada encontré a mi gran amor, que, 13 años después sigo amando con locura y con pasión: la música electrónica.

Hay cosas de esa época cuando iba a la escuela desde las 7:00 de las pinches mañanas hasta las 3:00 o 4:00 PM que me corrían (literal), que se me quedaron muy arraigadas, además de que son parte indispensable de un trabajo como este en el que la enorme mayoría somos autodidactas. Eso, aprender por tu propia cuenta.  Ir descubriendo sonidos y productores nuevos. Leer por el gusto de hacerlo, o por mantenerte permanentemente actualizado de todo el chisme, digo, este; información acerca de la industria y algunas otras cosas que nunca están de más.

Es increíble lo que puede hacerte recordar una gripe, de esas que te hace alucinar entre el pasado y el presente, de esas que te sacan una sonrisa instantánea. Todos tenemos rituales para comenzar el día, o hasta para procrastinar, rituales que en esencia son muy parecidos a los que teníamos desde los 13 años o antes.  Los de esta generación, es decir, los que nacieron después de 1990, deben ser ligeralmente diferentes, supongo. Aunque la verdad lo ignoro, a veces me gustaría poder entender más a los yolo. De entrada para sentirme menos vieja. Ahora si me está comenzando a pesar tener más de 25 años en el papel  y no solo aparentarlos.

Si, definitivamente extraño ponerme el uniforme de la escuela, y aunque sigo usando una mochila, en ella ya no hay libros de texto o cuadernos forrados con fotos de los djs que más admiraba. Hay responsabilidades, cuentas, y como 200 locuras que eventualmente ejecuto.

Extraño mandar a la $())=$#$?))  por dos segundos a la infame clase de 7:00 AM y voltear a ver el amanecer pensando que un día iba ser grande y que iba a poder salirme con la mía. Extraño la hora del receso y poder evadirme totalmente de la bola de tarados pubertos, más tarados que yo, con los audífonos y una rolita como esta.

Me urgía tener más de 13 años,  y ahora, por momentos me gustaría volver a tener esa edad. Los años y las desveladas cobran factura. Pero vale la pena, creo que la niña que era en 2003 estaría igual de fascinada que yo ahora mismo con las maldades que hago.

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